El Ojo Agavero

21/2/10

Un molito azul y oro.

 Sábado 20 de febrero 2010; el día era soleado, despejado y el Ajusco vigilante lucía una corona de nieve, aunque no tan majestuosa como la del Izta y el Popo, que estaban en su totalidad vestidos con su gala nevada. El día y la circunstancia nos llevaron a la zona de la máxima casa de estudios, para visitar un lugar en especial.

  
Un lugar que desde hacía algunas semanas ofrecía un festival de moles y pipianes. Teníamos que estar ahi sin duda alguna.
 
 ...Y lo encontramos, en el area del Centro Cultural Universitario, justo enfrente de la sala de conciertos Nezahualcóyotl, aunque sabíamos que sólo es uno de dos sucursales, la otra ubicada en la planta baja de la torre de la Facultad de Ingeniería.

 
La variedad se notaba, y ahí encontré nombres que nunca había escuchado; ¿pascal?, ¿chichilo?, me sentí tonto por no conocer más de algo tan básico en la gastronomía de mi país. Debo viajar más definitivamente.
Aunque más grande fue mi sopresa cuando vi las carnes para acompañar los moles (eso mismo, un mole no acompaña a la carne sino al revés). Ví  lo común, pollo tanto adulto como lechal, pavo, hasta la codorniz suena natural, pero me regocijé al leer pescado, faisán, cordero americano, y ¡foie gras!, todos ellos una delicia, aunque no me es frecuente verlos como adjuntos al mole. Definitivamente, lo vuelvo a aceptar, sé muy poco.

Como es poco lo que sé, debía expandir un poco mi conocimiento culinario. Me atraía el mole poblano, que tanto he saboreado, o el oaxaqueño, que era uno de los platillos que hacía mis delicias en la infancia por ser el
más recurrentemente preparado en mi casa. Pero al final elegí uno típico de la zona huasteca, el almendrado, que incluía alcaparras que daban un sabor intenso al ya de por sí suave y suculento cerdo con que lo acompañé.

Mi amada fué un poco más audaz que yo, y ella sí quiso probar la combinación con algo que no es tan común con el mol; un filete de res que, en su término medio y textura delicada como la piel de esa mujer que amo tanto, se constituyó en una melodía al paladar en sincronía con el encacahuatado jalapeño que ella eligió.
 Apenas y me reponía del placer que significó comer esas delicias producto de la sangre del México, y aunque yo no me sentía particularmente atraído a finalizar con un postre, Beatriz me convenció, y qué bueno que lo hizo. En la carta de postres encontré otro manjar desconocido para mi; nicuatole se llama, un postre que existe desde la época precolombina y que en el menú se presentaba para ser acompañado con salsa de chocolate, tamarindo o zapote. Escogí la última.

Algo más que debo agradecerle a mi amor. La textura de este postre fue el cierre más exqusito que pude dar a mi comida.

Muy placentera fue nuestra vista a ese café cuyo nombre hace alusión a los colores del equipo de futbol de la UNAM; un restaurante que tiene, según supimos, prestigio internacional y premios por todas partes y que contribuye a hacer más completa (y ya es un decir) la visita a este patrimonio de la humanidad que es Ciudad Universitaria. Regresaremos sin duda, aunque para entonces ya habrá pasado tiempo desde el final de esta Feria de Moles y Pipianes cortesía del gran (y lo reitero, gran) chef Ricardo Muñoz Zurita.
Espero, mis agaveros queridos, que su día de hoy y todos los días de su vida sean tan buenos, llenos de sol y exquisitos como esta tarde tan satisfactoria que pasé en compañía de mi mujer amada, con el sabor en la boca de un platillo que ha sido un gusto en el paladar de nuestra gente desde hace siglos. ¡Felicidad y alegría siempre!.

18/2/10

LAS HIJAS DE MÉXICO quinta entrega: Dos damas del metro.

El STC metro, con todo y su aumento de dos a tres pesos el pasado enero, sigue dando un servicio regular; nos sigue haciendo esperar parados en el andén, cuando por fin llega se queda parado un largo, largo rato en la estación y siguen sin echar a la gente que ha hecho de este servicio su mina de oro. Espero en la estación Tacubaya a mi amada Beatriz, son las 3 p.m. y el servicio está a su tope. Me da vueltas en la cabeza el cinismo del sistema que pone sus letreros sobre la taquilla, echándonos en cara que debería costar 9 pesos, pero en "apoyo a nuestra economía" sólo sube a tres pesos y me encabrita que se atrevan a cantarnos esa cuando podríamos decirles "claaaaro, muchas cosas deberían ser distintas, por ejemplo, también los slarios mínimos deberían ser más altos, y no debería existir tenencia cacahuates a cinco pesos y los senadores, diputados y demás mafiosi deberían ganar menos pasitas a cinco pesos...¡Qué carambas!, una gritona vendiendo su mercancia me ha hehco perder la concentración con sus alaridos...¿Qué tanto grita?.
¡Dos bolsas de cacahuates a cinco pesos bolsa grande de pasitas a cinco pesooooooos!!!"
Me tiene mareado, pero aunque quisiera que se callara para seguir oyendo mi pensamiento, no le hace caso a mi petición mental. Sigue gritando, sigue tratando de llamar la atención de la gente con su cantaleta desesperante. Lo que más me choca es que nadie voltea a verla siquiera; el gritar asi no le sirve de nada, los que pasan también vienen encerrados en sus pensamientos, en sus pláticas o en ver traseros atractivos. Sólo los que están parados cerca de ella, tal como yo, sin fluir con el resto, la escuchan continuamente. 
Al final me acostumbro a oirla, sigo sin poder concentrarme en nada, asi que mejor me pongo a observarla: tiene alrededor de 25 años, podrían ser menos, pero no más. No parece ser de una situación económica desesperada, de hecho, aunque es hija del pueblo, de clase trabajadora, tiene mejor pinta que muchos de los otros vendedores de mercancía pirata o legal y muchísimo mejor que aquellos que mendigan por medio de papelitos indicando que vienen de tal o cual comunidad indígena que sufre de los embates de la pobreza. No, esta chica come mejor y luce mejor, pero ahi la tenemos, vendiendo cacahuates y pasitas para complementar su necesidad económica, algo que debo aceptarlo, yo no me aventaría a hacer. La gente sigue pasando, por fin veo que algunos voltean a ver de qué se trata el escándalo, los más pasan y le miran el trasero, bastante bien formado por cierto, ¿a eso se expondrá día con día?, mi pregunta aunque retórica es necia, sé la respuesta; se expone a eso y a cosas peores, pero su cantaleta no deja de retumbar en las paredes de la estación, aún por encima del metro que viene y va. 

Beatriz llega, juntos abordamos el siguiente tren y pierdo de vista y de pensamiento a mi nueva amiga que no sabe que lo es. La tarde pasa sin novedad reseñable. Ya por la noche voy de vuelta a casa y entra en mi vagón una de esas otras personitas de que hablé antes; una chica de origen indígena que pide dinero por medio de papelitos. 

Ambas tienen la piel morena, ambas tienen la necesidad de trabajar en el metro, una de tiempo parcial, la otra seguramente de tiempo completo atenidas al antojo de la gente la primera y la segunda a algo más difícil de apelar; su caridad. Son las diferencias lo que choca en la mente; esta chica sí luce una mirada apagada, su figura es la de alguien que nunca ha comido bien y encima está descalza. Igual que con la primera, con ella me pongo a pensar en las cosas a las que se expone; prefiero pensar en otra cosa.

Cuando desciende del tren en la siguiente estación, sé que soy parte del problema que representa la gente que hace poco o nada por evitar que haya personas como ella que tengan que mendigar en la calle, o en el metro. Al menos en el metro no pasa los fríos que se dieron en esta tercera semana de febrero. Pienso entonces que, aunque mis manos estén atadas para hacer algo de verdad consistente, cuando vuelva a esperar a mi amor en Tacubaya compraré unos cacahuatitos a la primera damita, aunque me exasperen sus gritos. Tal vez más tarde tenga suerte y veré otra vez a la chica mendicante para regalárselos, junto con unos centavitos, pero la haré prometer que serán para ella, y no para quien la explota.

Llego, después de una larga espera en la estación donde ella bajó, a mi estación. Sí, el metro sigue dando un servicio regular, aunque mucho mejor que aquellos que deberían protegernos y evitar que esas dos damitas tuvieran que ganarse asi sus centavitos. Mis dos nuevas amigas, aunque ninguna de las dos sabe que lo son.

15/2/10

¿Donde está el Kilómetro 0?

 
 Las rutas del país del águila y la serpiente también tienen un ómbligo.

Cada vez que necesitamos un punto de referencia carretero nos remitimos al número, de este modo tenemos una película de suspenso llamada "Kilómetro 31" y tal o cual atracción, restaurante, hotel o lo que se nos ocurra puede ubicarse en tal o cual kilómetro de alguna carretera, identificado por un número. La pregunta fue, ¿y ese kilómetro es el número X, a partir de donde?.

A partir, es la respuesta, de la estatua homenaje a Enrico Martínez, un científico mexicano de origen alemán que, por cierto, no está representado fisicamente en su propio monumento, sino que éste presenta a la Patria como una dama que deposita laureles en la lápida de este hombre. En este monumento, situado en el costado poniente de la Catedral Metropolitana, se puede apreciar la medida establecida como el metro estándar y la altitud de la Ciudad de México. 

¿Por qué la decisión de nombrar a este monumento punto de partida, kilómetro 0 de México?, lo ignoro por el momento, pero prometo averiguarlo.


Ya lo decíamos al principio, los caminos de nuestro país también tienen un ombligo, y no estaría de más recordar, viendo nuestra ubicación en las rutas mexicanas por medio de un kilómetro con cierto número, que ese número marca cuanta distancia nos separa de ese actual ombligo de esta república; un ombligo como aquel de la luna, que dió nombre a nuestra nación.

10/2/10

La mujer blanca y su custodio.

Centinelas del tiempo y la lejanía, Popocatépetl e Iztaccihuatl, las montañas nevadas que han sido testigos del paso del tiempo en los Valles de México y de Chalco. Una pareja de enamorados cuyo origen ha dado pie a diversas leyendas, la más difundida de éstas es la que afirma que Popo era un guerrero común que cayó enamorado de la hija del emperador, quien le prometió dársela en matrimonio si le traía victoria en batalla. Cumplida su tarea, feliz volvió el guerrero a reclamar a su amada y se encontró con la nefasta noticia de que ella había muerto durante su ausencia.
 

La misma historia tiene una versión más compleja, en la cual Popocatépetl era un príncipe chichimeca que había encendido el deseo de la princesa Iztaccihuatl, cosa que no fue del agrado de su padre. También en esta versión le indicó que debía acudir a luchar en su nombre, como aliado de los aztecas, pero dando instrucciones a sus guerreros de abandonar a las huestes de Popo en lo más encarnizado de la lucha para perderlo.
  
 De esta forma, el celoso padre comunicó a la princesa la falsa noticia de la muerte de su amado, y asi mismo hizo llegar a éste una carta comunicándole la muerte de la princesa. El guerrero no creyó tales palabras y en la quietud de la noche se deslizó dentro del palacio imperial y huyó de la mano de su amada.


Fuera del alcance del padre de la chica, quien la consideró muerta a partir de entonces, ambos amantes construyeron una casa y vivieron felices algunos años, al cabo de los cuales ella enfermó y murió. El dolor de Popocatépetl fue interrumpido por un terremoto que abrió la tierra y lecantó dos volcanes. Una voz del cielo entonces ordenó a Popo llevar el cuerpo de su amada a la cima de una de ellas. Asi hizo y la depositó sobre un lecho de rosas, para luego postrarse a sus pies encendiendo el tradicional fumero mortuorio. Ambas versiones coinciden en desenlace, en el cual la nieve los cubrió y aún hoy la mujer blanca yace dominando los valles bajo ella, mientras su hombre la protege exhalando aún el humo ceremonial.

Una leyenda más, contada por los indígenas hablantes de náhuatl de Tetelcingo, Morelos, afirma que desde su origen ambos enamorados fueron montañas y habla de la rivalidad entre Popocatépetl y Xinantécatl, el Nevado de Toluca, quien codiciaba a Iztaccihuatl, mujer del primero. Ambos contendientes lucharon arrojándose rocas, de este modo creando las cadenas montañosas del país y el Eje neovolcánico. La lucha siguió hasta que Popo decapitó a su rival con un gigante trozo de hielo. Xinantécatl se convirtió así en el Nevado de Toluca, el cual, visto desde el sureste, parece un torso con hombros fuertes, pero sin cabeza.

2/2/10

¿Te tocó Niño en la rosca?














Ahora que es Candelaria, cómete tus tamales.

 










 ¿Una corunda michoacana? 















 ¿O un uchepo, también michoacano?


 
 
Disfruten las tradiciones y comida típicas de esta tierra, la variedad de tamales para celebrar el fin oficial de la época navideña es tan grande que no tenemos para cuando acabar. Buen provecho, y sean felices, mis agaveros.